Citas célebres

martes, 19 de julio de 2011

El móvil se había convertido en un nexo conector entre los miles de kilómetros que separaban a ambos. Cada cinco minutos revisaba desesperadamente el aparato a la espera de que éste se iluminara anunciándole un mensaje que nunca llegaba a recibir. Llevaba más de una semana con su imagen en la cabeza. Casi inconscientemente, evocaba imágenes de los dos juntos, charlando de cualquier banalidad o entrelazando sus cuerpos vorazmente. No obstante, todas aquellas representaciones mentales, que en algún momento habían sido reales, ahora, en aquel instante, se le antojaban extrañamente lejanas y como si nunca hubieran ocurrido de verdad. Su mente, jugándole una mala pasada, no dejaba de repetir punzantes e hirientes pensamientos acerca de la aparente indiferencia que él parecía mostrar hacia ella. Así, cuando ya no le quedaban fuerzas para enfrentarse a esas dolorosas conjeturas, se dejaba llevar por ellas y de inmediato se sentía invadida por un inevitable sentimiento de soledad y desamparo del que le era prácticamente imposible salir. Y es que, muy a su pesar y contrariamente a lo que ella creía, se había enamorado, y lo peor de todo le necesitaba. Sí, así es, su ausencia le provocaba una irrevocable sensación de vértigo y sin él su propia felicidad se le hacía inverosímil. No, ya no podía dar vuelta atrás como si nada, y borrar aquel sentimiento que sin su autorización se había adueñado de toda ella. No era tan fácil. La situación se le había escapado de las manos, y lo que quizás empezara siendo tan sólo para ella un simple "amor de verano" del cual podía desprenderse cuando le apeteciera, se había vuelto en su contra, y ahora señoras y señores aquella chica que presumía ingenuamente de no haberse enamorado nunca, estaba en ese momento coladita hasta las trancas por aquel chico de sonrisa pícara y mirada gélida, y lo que es aún peor temía amargamente que éste fuera sólo otro amor de verano.

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