Citas célebres

miércoles, 27 de abril de 2011

Cincuenta centímetros de tela y mil y un recuerdos...

Siempre me ha gustado reconocer a la gente por su olor. Cada uno de nosotros tenemos un olor particular, que quizá se deba a nuestra marca de detergente o de champú, al perfume que nos hemos puesto, o quizá sea una mezcla de todos junto con el olor de nuestra piel. Y lo más curioso de los olores, es que son capaces de transportarte en el tiempo, reviviendo recuerdos lejanos con esa persona. Por eso siempre he tenido la manía de guardar una prenda de ropa de aquella gente que más aprecio, y por ese mismo motivo guardaba en mi cómoda su pañuelo como si de un tesoro se tratara. Así, cuando la nostalgia me invadía y no resistía más la distancia entre ambos, me aferraba fuertemente a esos cincuenta centímetros de tela y exhalaba la sutil fragancia que ésta desprendía y que algún, ya lejano, día le perteneció a ella. Y de repente, me veía absorbido por su recuerdo, y quedaba ensimismado rememorando aquella dichosa tarde de otoño.
Recuerdo que para ser finales de octubre, hacía un frío insólito para aquella época del año. La temperatura invitaba a pensar que se trataba de un típico día navideño: el viento sacudía violentamente todo lo que encontraba por su camino con su fantasmal zumbido que obligaba al más intrépido de los transeúntes a permanecer bajo techo.
De esta manera, no tuvimos más remedio que sustituir nuestro, ya casi rutinario, paseo de los sábados por una cita con la estufa y el sofá. Todavía me acuerdo de cómo iba vestida aquella tarde: con su pelo azabache recogido en un moño hecho con prisas, llevaba un chándal de ya unos cuantos inviernos y resguardaba su profunda mirada aceituna bajo unas lentes redondas. Pero a mí no me importaba, ella no necesitaba artificios para resultar bella, de hecho, ella poseía una curiosa belleza que cuando más se apreciaba era cuando más sencilla y natural iba.
Ese día resultó ser el comienzo de algo que desde hacía un tiempo estaba germinando en su cabeza. Sin embargo, ella intentaba no hacer ademanes de que algo estaba ocurriendo, trataba de esforzarse porque no se notara que algo la afligía. No obstante, su mirada la delataba y no me hacían falta palabras para saber que algo iba mal. Sin no poder soportar más esa incertidumbre, la cogí fuertemente de las manos y la miré fijamente a los ojos, intentando adentrarme en su mente y averiguar qué es lo que pasaba. Ella, de inmediato, supo interpretar mi gesto, y cabizbaja se zafó de mí. Recuerdo que se puso muy nerviosa. Temblaba. Parecía estar temiendo confesarme algo. De repente, cerró los ojos y me soltó de tirón un discurso que, por la forma en que lo dijo, me supongo que ya se había preparado antes.
- Te quiero- dijo
- Lo sé, y yo a ti- respondí al instante- Pero...eso no es lo que tu me quieres decir, ¿verdad?- le espeté yo, mientras ella rehuía mi mirada.
- Verás... Tú ya sabes que para mí eres una de las personas más importantes en mi vida... Lo que ocurre es que no estoy segura de querer seguir con esto... No es por ti. Es, simplemente que creo que necesito abrirme a nuevos horizontes, ya sabes... no tener ataduras, de ningún tipo.Todo esto se me está quedando pequeño para una trotamundos como yo, siento que necesito cambiar de aires...
-¡Genial! ¡Me parece fantástico!- exlamé sarcástico- ¿Y cómo pretendes que me tome todo esto?- le pregunté con una mueca de ironía en mi rostro.
-Por favor, no te enfades... Entiendo que todo esto te venga de nuevo. Sólo quiero que me comprendas, que entiendas que siento que he de empezar una nueva etapa de mi vida y seguir aquello que siempre he soñado... viajar y conocer mundo, sentirme libre... Y no es que me sienta a disgusto contigo... es sólo que llega un momento en la vida de toda persona en que necesita un tiempo y un espacio para ella sola, para encontrarse a uno mismo y encontar el punto de equilibrio; y con esto no estoy diciendo que me agobies... Por favor compréndelo, para mí significas y has significado mucho durante todo este tiempo, y no es mi intención hacerte daño ni que me odies por esto. Todo lo contrario. Me dolería mucho si así fuese...
- ¿Sabes lo que creo? ¡Que no eres más que una niña caprichosa! ¡Eso mismo, una caprichosa! Primero te encaprichas conmigo, y luego te hartas y pretendes que haga como si nada... Pues mira, te dire una cosa, a diferencia de ti, yo sí que estoy enamorado y siento mucho por ti... demasiado para dejarlo todo por una simple tontería como querer encontrarte a ti misma...- le solté todo enrabiado. Creo que nunca lo había estado tanto. Fue tal mi indignación y decepción en ese momento, que sin a penas, tener tiempo para evitarlo, rompí a llorar como si de un niño se tratara. De inmediato, ella, sintiéndose culpable al verme en tal estado, me atrajo a su pecho y me rodeó fuertemente con sus brazos, acariciándome suave y dulcemente mi cabello para que me tranquilizara. Pasados unos minutos, cuando ya conseguí calmarme, me besó en la frente y me sonrío con una de aquellas sonrisas que tanto me gustaban, mientras añadía lo siguiente:
- Cariño, en la vida te vas a dar cuenta, que nada ni nadie es para siempre. La vida es un continuo cambio y resulta inútil querer apegarse a las cosas e intentar que todo siga siempre igual. Sé que ahora te resulta difícil, pero quédate con los buenos momentos y olvida los malos. La vida es ya de por sí lo suficientemente corta y dura para que encima nosotros vayamos poniéndonos más travas. Disfruta y agracede cada instante de tu vida, siendo consciente de que todo acaba.
Antes de marcharme, la besé en los labios por última vez, deseoso de que el tiempo se parara en ese instante.
Ahora, transcurridos ya varios meses, hago memoria de todo lo vivido junto a ella, y no puedo evitar esbozar una sonrisa, preguntándome en qué remoto lugar se encontraran, en este momento, aquellos ojos del color de la aceituna; mientras yo me aferro con vehemencia a unos cincuenta centímetros de tela y a mil y un recuerdos...

3 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

...acariciándome suave y dulcemente mi cabello para que me tranquilizara. Redundancia, en la que yo caía y que es el único pero de todo el relato.
Lo ideal sería: acariciando suave y dulcemente mi cabello para que me tranquilizara.

Creo que es un relato muy logrado, me gusta la forma directa en la que escribes, a ver si te animas y nos dejas algo más para leer de cuando en cuando.

Saludos

Srta. No lo sé dijo...

Muchas gracias Begoña, agradezco que te haya gustado y también que me aportes críticas constructivas :D
Un abrazoo :)

• carolie rain• dijo...

D': que lindo y que triste :)