Citas célebres

martes, 8 de marzo de 2011

Echa un vistazo al espejo. Ve a una chica reflejada. La examina detalladamente: le sonríe, observa la distribución de sus dientes, su forma, su blanco... Se gira de perfil y contempla el trazo de su cuerpo: sus finos brazos que nacen de sus redondeados hombros, donde más abajo reposan unos casi traslúcidos, pero firmes pechos que por su juventud todavía no han cedido a la fuerza de la gravedad; baja la mirada y se deja llevar por la acentuada línea cóncava que delimita su sutil cintura y que acaba en unas pronunciadas y curvadas caderas de donde emergen sus largas y ligeramente torneadas extremidades. Por último, fija la mirada en aquel par de centelleantes pupilas y de iris cetrino, dejándose envolver por sus ojos. Aquella chica, no es otra que ella misma. No obstante, la imagen que refleja el espejo, se le antoja ajena, como si no le perteneciera. No es capaz de comprender a aquella joven que le muestra el cristal. No entiende por qué siente lo que siente, ni por qué actúa de la manera que lo hace. Su persona se ha convertido en una extraña para ella, exenta de toda clase de control. Aún así, decide una vez más maquillar sus inseguridades y salir a la calle, interpretando aquel papel que se sabe ya tan bien.

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